pero estás inserto en la vida, y en la vida nunca pasa lo que quisiéramos, por eso arrastras tu mano hasta la palanca de cambios y accionas el viaje en el tiempo. A pesar tuyo.
El tiempo y la realidad se funden como la crema y el dulce de leche del relleno de una chocotorta. De pronto, no entiendes cómo ni por qué... pero te mueres de hambre. Bajas del Fiat, miras a tu alrededor y confirmas tus temores: sigues teniendo hambre.
Notas un ambiente revuelto en la calle y en tu estómago, especialmente. Te detienes a preguntarle a una pareja que baila un fox-trotski en la vereda, y te informan que estás en la previa de la Revolución Rusa. Pero ni hablas ruso, ni sabe la pareja lo que es la Revolución Rusa, por eso todo queda en confusión.
Piensas qué hacer: "Sobre este suelo nacerá un día el ícono de la grandeza. Hablo, claro está, de la increíble Perra Laika". Hablas, claro está, de una increíble falacia.

Entre tanto, un tumulto de gente te invita al bar. Como no tienes absolutvodkamente nada mejor que hacer, te niegas, para entonar con el espíritu de rebelión.
Entonces te saluda Petra, una hermosa doncella. Piensas para tus adentros que Stalinda la flaca escopetra.
Por eso improvisas unas palabras en ruso y la invitas a tomar algo al palacio. "Hay que tomar el palacio!" aúlla Petra. Y sin dar lugar a explicaciones, se lanza a propagar el mensaje.
Todo el ejército del palacio se vuelve hacia ti y comienzan a perseguirte. Esa turba enaguardientecida no va a detenerse hasta aplicarte la pena Capital.
Y lo peor... es que te sigues muriendo de hambrovski.
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