Epílogo.
Entonces qué. La opción es no pensar, no preguntar, no abandonarse a la nostalgia, no memoria, no fotos, no indicios de existencia alejada, no abrir la puerta, no atender el teléfono, no mails, no mensajes, no dejar pasar una corriente de recuerdo, no música evocadora, no palabras que susciten, no construcciones imposibles, no mirarse en el espejo, no esperar sin convicción, no culpa que no tengo, no argumento indefendible, no simbolismo flagelante, no abrir los ojos para que no haya nadie, no cuestionar la realidad aniquilada, no arañar la pared, no las manos, no romper papeles, no partir estatuas, no tocar, no cantar canciones proféticas, no hablar para no recibir la cachetada del eco, no moverse, no retener la respiración, no retener nada, no futuro común, no reconstrucción tortuosa del último segundo cuando todavía existíamos como una sola persona dividida, no sentir. No. Prefiero sufrir hasta la asfixia antes de negar lo innegable: de principio a hoy, fue hermoso.
Y así termina el cuento de la buena pipa.
---------------------------------------
|