Semiótica de mi relación con mamá
Cada vez que se va mi mamá de casa, a los quince minutos me llama y confirmamos cosas. El paraguas está en el living, ok, tengo apagado el celular, bueno, dejale las llaves a Marta, etcétera. Este género discursivo es nuevo en mi vida. Le doy la bienvenida.
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Recordatorio, cabeza de pájaro
Hoy tuve miedo, y hacía mucho que no tenía miedo en serio. Fue cuando Mabel, asfixiada, ahogando la tos, suspendió la clase. No, no fue por eso que me asusté. Fueron los susurros y el alarmismo que se extendió el nerviosismo el murmullo creciente las dos mujeres corriendo atrás de la profesora. “Yo me muero si le pasa algo”. Pero no fue por eso tampoco. Había sido el día anterior, Mariel, que contó que en una materia de política un profesor se presentó diciendo “Yo soy Facundo y soy trotskista con todo lo que eso implica, así que bueno”. Al mes una profesora joven llena de ojeras les dijo a partir de hoy voy a dar clases yo, Facundo se suicidó. Mi primera reacción fue reírme porque era terrible, pero después pensé lo que significaba terrible, y lo que significaría si, estando como estoy, tan propensa al desequilibrio devenidor en estrellamiento contra la realidad, pasara. Al día siguiente, casi tuve una demostración. No, gracias.
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