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Entrevista a mí:
Ultimamente tengo muy poco trato conmigo, por eso se me ocurrió citarme para una entrevista. Necesitaba saber algo sobre mí. Como era de esperar (y yo soy de esperar), me hice esperar: llegué 20 minutos tarde. Entré, me saludé con indiferencia y empecé a preguntarme:
Yo: Leticia, por qué me maltrato tanto?
Yo: Qué te importa? No tenés nada mejor que hacer que andar entrevistando giles? Por qué no parasitás con más originalidad, infeliz?
Yo: Por qué soy tan metafísica?
Yo: Es que está en mi esencia.
Yo: Por qué soy tan ilógica?
Yo: Tengo un tractor amarillo.
Yo: Por qué soy tan infantil?
Yo: No te escucho, no te escucho, no te escucho...
Yo: Por qué soy tan extremista?
Yo: Callate o me mato.
Yo: Por qué soy tan caprichosa?
Yo: Porque se me canta.
Yo: Por qué soy tan contradictoria?
Yo: No soy contradictoria.
Yo: Por qué soy tan...
Yo: Olvidadiza?
Yo: Creo que sí. Gracias, ya te podés ir.
(Confieso que edité todas las preguntas para no hacerme quedar mal. Que por qué soy tan autoindulgente? Me lo merezco)
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Por primera vez
...en un año y tres meses, me dirijo a ustedes personalmente, sin un escudo de texto. Vengo así, humana, cabizbaja. Quizás para disculparme por la escritura (cada vez más espaciada y dispersa)(cada vez más mía), quizás para recordarnos que soy un olmo (y peras, no hay).
En este tiempo, hablé en distintos idiomas, siempre empujada por la necesidad de decir. Pero ahora me parece que todo es poco. Por eso, paso del cabizbajamiento al cabizsubimiento y los miro de frente. Después de haberlos invitado al limbo, a mis ojos y a mis entrañas, ahora los invito al diálogo.
Otra forma de decir lo mismo? Puede ser.
En todo caso, otra forma necesaria.
Pasen y vean.
Post-post: Feliz cumpleaños a una que quiere hacerse pasar por ausente, pero no entiende que está más presente que nunca!
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Proyecto de vida pendiente:
Yo a los 5 años: Cuando sea grande, voy a ser como Flavia!
Yo a los 12 años: Cuando sea grande, voy a ser periodista!
Yo a los 15 años: Cuando sea grande, voy a hacer política!
Yo hoy: Cuando-- mejor termino la oración acá, antes de que se llene de mentiras.
De chiquita me prometí a mi misma que siempre iba a ser consecuente con mis actos. Nunca fui consecuente con eso.
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Si alguna Ley Mundial del Sentido Común dictara...
Seríamos unos cuantos los humanos viviendo en la Tierra en condiciones ilegales.
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El día que estornudé el corazón:
Al sentir una leve molestia en la nariz, estornudé con fuerza. Miré el piso. Rojo, vivo, machacotes, moretones. No cabía duda: era mi corazón en la vereda. Alcé los hombros y seguí caminando. En la esquina, una ancianita me pidió que la ayudara a cruzar. "Ud. es un clisé viviente, córrase o la tiro abajo del 95". Se corrió, no hizo falta tirarla. En el kiosco compré petardos, un nene se acercó a pedirme monedas. Encendí uno con un fósforo y se lo di en la mano. Inmediatamente se lo quité. No quería compartir. Bajé por las escaleras del subte y tropecé con un guitarrista. "Permiso", le saqué la guitarra. Desafiné las cuerdas y bajé al andén. Sentí un martillazo en el pecho. Golpe! Dolor! Volví corriendo hasta el lugar del accidente. Nada. Pregunté a los que pasaban. Nadie sabía. Golpe! Dolor! Puntada! Me desmoroné. Desde el piso, levanté la cabeza y vi a un nene alejarse, pateando al que alguna vez había sido mi motor vital.
Volví a casa gateando, sabiendo que lo que le hicieran a ese bodoque latidor rojo ridículo, iba a sentirlo todo. Pero de ahí en más, siempre desde lejos.
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