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Inseguridad en Palermo:
Calle Kennedy, camino a casa a la madrugada. No pasa nada, no pasa nada, pasos, pasos. No sé de dónde salió, tampoco es eso justamente lo que me preocupa. Camino yo, camina él. Cada vez más cerca. Miro el piso y veo la sombra agrandándose. Hubiera tomado un taxi, o no, porque evidentemente hay un Dios simpatizante de los taxistas y se está vengando. Camino yo, camina él. Bueno, listo, le doy lo que tengo encima y punto. No es tanta guita. La sombra enorme. Sin espejo me veo pálida. Che, dice. Yo sigo. Camino yo, camina él. Miro para abajo, cierro los ojos y taquicardia. Che, repite. Adelante unos 60 metros para la esquina, acá una obviedad: no llego. Che!, grita. Y ahí está al lado mío, lo veo de reojo, me paro. Él revuelve nervioso los bolsillos de su saco y me muestra lo que tiene en la mano. Yo miro con horror, espanto. Se pone el cigarrillo en la boca y me dice tranquilo: "Che, no tenés fuego?" Lo enciende. Se va.
Y sí, ahora me siento culpable por mala persona, prejuiciosa, por pensar que cualquiera que anda por esas calles a la madrugada va a robarme.
Pero que quede claro: vos sos peor, pretendés que de verdad me roben para darle un final redondo a la historia!
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