Yo me quiero matar, ¿y usted?
Después de 20 años fatales de convivencia conmigo misma (¿20 años no es nada? ¡Te quiero ver a vos!), entendí que había una sola forma de solucionar mi vida: pidiéndome la mano. Aclaro que no me la pedí como siempre, (porque cada vez que me pedí una mano socorro ayuda auxilio, no me di pelota), sino de manera formal, es decir que me pedí casamiento (desde ya, están todos invitados). Y acá estoy, dándome instrucciones y corriendo a los gritos que el canapé sin relleno, que la música no muy alta, que la comida agridulce, que esto, que lo otro. Insoportable, para variar la bamba se necesita un poquito de gracia y para bailar la bambi se necesita un contrato con Disney. ¿Felicidades? No, eso nunca.
(detrás de esta inocente boda hay un plan macabro de conquista de paz y paso a contarles mi deseo que es el siguiente: quiero casarme conmigo y enviudar).
post-post: Lo que me da más miedo es dejarme embarazada y volver a nacer...con las mismas miserias!!!
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Una reconciliación típica:
Después de escuchar que "son cosas que le pasan a todo el mundo y no podés castigarme por eso y no podés alejarme para siempre por eso y no podés desligarte de mí y hacer como si no existiera por eso. Te prometo que vamos a estar bien y que esta vez sí, esta vez sí va a funcionar y si necesitás que cambie, voy a cambiar pero no me condenes ahora que te pido que te quedes y prometo ser lo que necesitás que sea. No ahora que te ofrezco esta tregua y te pido otra oportunidad, ahora que me la merezco. Vamos a estar bien, no tengas miedo. Creeme esta vez, que esta vez no miento. Vamos a estar bien, creeme" me miré a los ojos para ver si me estaba queriendo engañar pero imposible saberlo (no me conozco tanto). Así que me dije bueno, intentemos y me di la mano, voy a darnos otra chance a ver si esta vez la unidad. Me abracé llorando, emocionadísima, gracias Leticia, de nada Leticia, vamos a ser una.
Y así fue como me reconcilié conmigo pero claro, cuando me vi yéndome tan satisfecha por la respuesta obtenida no pude evitar ponerme la traba, no sea cosa.
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Antes de que apretara Enter, sonó el teléfono y alguien dijo:
-Yo soy yo, vos sos vos, ¿quién es más tonta de las dos? Exacto: las dos, porque yo soy la voz de tu pensamiento, Leticia. ¿Notaste que estoy afónica? a que no sabés de qué es, de tanto gritarte y que no me hagas caso, en fin. Hacé lo que te digo una vez: no lo digas. Hoy no es una fecha memorable, entendelo, no, no es. Hace 20 años le ocurrió una desgracia al mundo en general, al país en particular y a tu familia en conjunto. No, no es un día para festejar, es un día para llorar largo y tendido, para que lloremos largo y tendidos en el diván todos los que estamos de alguna manera relacionados a vos por mucho que nos pese, pésames, eso, que nos den los pésames a los que padecemos tu presencia que nos lo merecemos, no digo a vos, a vos no te merece nadie porque nadie es tan desgraciado o bueno, sí, somos desgraciados los que te sufrimos. Algo habremos hecho. Conclusión, Leticia: no está bien celebrar el aniversario de la calamidad, no lo hagas, está mal, no, controlate, no, no Leticia, no, frentate, no!
-¡Callate! Lo digo igual: ¡Feliz cumplo años! Tomá, lo dije.
-Perfecto. Con esa información los confundiste a todos: ¡ahora la gente va a pensar que naciste, Leticia! ¡Dejá de mentir!
Y buen.
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