Antes de que apretara Enter, sonó el teléfono y alguien dijo:
-Yo soy yo, vos sos vos, ¿quién es más tonta de las dos? Exacto: las dos, porque yo soy la voz de tu pensamiento, Leticia. ¿Notaste que estoy afónica? a que no sabés de qué es, de tanto gritarte y que no me hagas caso, en fin. Hacé lo que te digo una vez: no lo digas. Hoy no es una fecha memorable, entendelo, no, no es. Hace 20 años le ocurrió una desgracia al mundo en general, al país en particular y a tu familia en conjunto. No, no es un día para festejar, es un día para llorar largo y tendido, para que lloremos largo y tendidos en el diván todos los que estamos de alguna manera relacionados a vos por mucho que nos pese, pésames, eso, que nos den los pésames a los que padecemos tu presencia que nos lo merecemos, no digo a vos, a vos no te merece nadie porque nadie es tan desgraciado o bueno, sí, somos desgraciados los que te sufrimos. Algo habremos hecho. Conclusión, Leticia: no está bien celebrar el aniversario de la calamidad, no lo hagas, está mal, no, controlate, no, no Leticia, no, frentate, no!
-¡Callate! Lo digo igual: ¡Feliz cumplo años! Tomá, lo dije.
-Perfecto. Con esa información los confundiste a todos: ¡ahora la gente va a pensar que naciste, Leticia! ¡Dejá de mentir!
Y buen.
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