Se busca: Si no sabe ella, no sabe nadie: pararará parará. Terminé de tararear y ¿no te suena? Gracias igual. Colgué el tubo, ya sé! Valeria, soy Leticia ¿cómo estás, tanto tiempo? Sí, como tres años. Necesito que me digas qué canción es esta, te canto: pararará parará. No? Gracias, mandá saludos por allá, sí, chau. La situación era crítica: en mi agenda había tachado el último nombre y nadie conocía la canción que pararará parará. Bajé y cuando terminé de cantar, el portero sacudió la cabeza y ni idea, piba. El diariero dijo que qué linda canción, pero no, no la conozco. Entonces recorrí pacientemente todas las cuadras de mi barrio, tarareándole a los conocidos o no tanto, perdón que lo interrumpa, pararará parará ¿no? Gracias, me invadió la desesperación. Queridos pasajeros les robo un minutito de su atención, pero en el 60 nadie sabía. Primero descarté Palermo, pararará parará, después Capital Federal, pararará parará, recorrí todas las líneas de subte, pararará parará, le pregunté a peatones, pararará parará, cadena nacional se solicita el paradero de pararará parará, traduje el pedido a 15 idiomas, pararará parará y seguí seguí seguí hasta que nada, nadie supo.
Ojo, yo también estoy decepcionada por el final de este texto, no se crean. Pero lo empecé creyendo que iba a terminar bien. Sí, un poquito como todo lo que empecé alguna vez.
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En el andén
Reconfirmo la hora con mi reloj: 6.05pm, gracias. Reconfirmo mi ubicación con el cartel de la estación: Tribunales, gracias. Reconfirmo estado de cosas con la muchedumbre que espera el subte, me empujan, ahí viene. Saco cuentas: no, toda esta gente definitivamente no entra en el vagón que ya de por sí está repleto. Me empujan, se abre la puerta, permiso, permiso, por cada persona que baja, suben diez (el transporte público desconoce la lógica matemática, permiso). La gente se amontona, se aplasta, aviso sonoro, suba el que puede y el que no, a la lona. Se comprimen en el interior, la puerta se cierra en mi cara. Antes de que se metan en el túnel apilados, sin oxígeno, sin espacio, creyendo tener suerte por haber entrado, burlándose de mí y de los que nos quedamos afuera, aprovecho para mostrarles que no tengo apuro, que puedo subir tranquila por la escalera mecánica y salir a la calle donde hay espacio, aire y tiempo pero tiempo no apurado y frente a sus miradas de odio, de furia homicida, de ambas, me voy exhalando orgullo por mis setenta centavos bien invertidos en maldad pura que sin duda valió la pena.
Ven? No hay caso: soy una jodida bárbara.
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Shhh... Un minuto de silencio para mis ganas de vivir.
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