Semiótica de mi relación con mamá
Cada vez que se va mi mamá de casa, a los quince minutos me llama y confirmamos cosas. El paraguas está en el living, ok, tengo apagado el celular, bueno, dejale las llaves a Marta, etcétera. Este género discursivo es nuevo en mi vida. Le doy la bienvenida.
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Recordatorio, cabeza de pájaro
Hoy tuve miedo, y hacía mucho que no tenía miedo en serio. Fue cuando Mabel, asfixiada, ahogando la tos, suspendió la clase. No, no fue por eso que me asusté. Fueron los susurros y el alarmismo que se extendió el nerviosismo el murmullo creciente las dos mujeres corriendo atrás de la profesora. “Yo me muero si le pasa algo”. Pero no fue por eso tampoco. Había sido el día anterior, Mariel, que contó que en una materia de política un profesor se presentó diciendo “Yo soy Facundo y soy trotskista con todo lo que eso implica, así que bueno”. Al mes una profesora joven llena de ojeras les dijo a partir de hoy voy a dar clases yo, Facundo se suicidó. Mi primera reacción fue reírme porque era terrible, pero después pensé lo que significaba terrible, y lo que significaría si, estando como estoy, tan propensa al desequilibrio devenidor en estrellamiento contra la realidad, pasara. Al día siguiente, casi tuve una demostración. No, gracias.
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Yo, la conclusión de todas
Cambié de trabajo, carrera, corte de pelo, autores favoritos, música, cartuchos de impresora, ropa, estilo, voz, ganas, estatura, principios, bombitas de luz (dejé de comprar OSRAM), cigarrillos, bufanda, tarjeta de crédito, lado de cama, metabolismo, computadora, postura, analgésico de cabecera (pasé de aspirina a ibuprofeno), cambié prácticamente de todo. Hoy, tras veintitrés años de mutaciones, me pregunto cuál de esas Leticias soy. Si es que soy alguna.
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Mi perro y yo no nos entendemos. Él dice todo lo que quiere decir con dos o tres gestos y yo uso un gesto distinto para cada cosa que digo. Hete aquí una relación imposible que, sin embargo, es.
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"La Humanidad se divide en dos grupos fundamentales, que son: progresistas y conservadores. Artistas, ingenieros, abogados o jugadores de tenis, todas las voluntades corresponden a uno u otro grupo. Digo yo que los artistas son progresistas y los jugadores, conservadores. Ante todo, porque riman y además, porque el juego es repetitivo y el arte, transformación. Lo primero es querer lo mismo, lo segundo es querer crear".
Así habló Perra Laika.
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Lo que somos:
Pongamos como ejemplo al mate. Para empezar, el mate es difícil de hacer, uno. Basta compararlo con abrir un yogurt, para darse cuenta. Dos: ni siquiera es exquisito. Nos toma unos buenos minutos el preparado y nuestro paladar no obtiene ninguna recompensa. Basta compararlo al chocolate a la taza español, que lleva su tiempo pero se autojustifica. Con el mate esto no pasa: se parece más a un castigo. Sospecho que a través suyo extirpamos alguna culpa, desde hace generaciones.
Hasta aquí, mi aporte a la discusión acerca de la identidad argentina.
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La alegoría de la nutria
Volver de la facultad, vuelvo siempre por la misma avenida: Sarmiento en dirección al monumento a los españoles. De la mano del zoológico, siempre del mismo lado. A las doce ya no hay gente, camino, por lo general, sola. Ni atrás ni adelante, a ninguno de los lados suele haber nadie. Pasan autos, eso sí. Ayer repetí, como siempre, el camino de los lunes. El tramo es largo, tiempo suficiente para un cigarrillo. Ayer, cuando lo encendía, vi moverse algo que en principio parecía un gato. Cuando me acerqué me di cuenta de que no, no era. Era una nutria. Se había escapado no sé cómo ni hacía cuánto del zoológico y corría buscando un hueco para entrar. No sé si era triste, verla, desesperada por volver a la jaula, o si era gracioso el gesto ese, patético, animal, de querer estar otra vez encerrado. De hecho no sé si aquello era animal o más propiamente nuestro, y por eso el sentimiento ambiguo. Pensé que lo que tenía que hacer, era pedirle ayuda a alguien. Pero ya dije que no hay nadie, a esa hora. Así se disolvió el dilema: lo único que tuve que hacer, fue irme.
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Para no aburrirme, a veces dejo escapar algunas palabras de mi campo de concentración léxico. Las pocas afortunadas que logran dar a la fuga, huyen por las puertas laterales del español asistidas por una voluntad de olvido profesional y eficaz. Rápido se ponen a salvo en el terreno neutral de lo impronunciable. Ahí se entregan a la anarquía del sentido y a partir de ese momento, pierdo todo rastro de ellas. Entonces empieza el juego de la sinonimia, que no es más que un reclutamiento lingüístico de personal: se busca reemplazante conceptual full time con experiencia previa y amplia disponibilidad significante, preferible registro medio-alto y aptitudes representativas. Éste, que puede parecer un proceso mental desgastante, ayuda a pasar el tiempo y favorece el rejuvenecimiento intracraneal, es decir, del pensamiento. El problema está en la sed de libertad que se contagia: es común que, al circular la noticia, las demás palabras se unan y armen levantamientos y revueltas difíciles de controlar hombre-rana qué pasa mosca atrevida incipiente hay un motín en el sector H o por B dibujo contención de emergencia cerrar puerta ocho planta unicornio provocando incoherencias pepita de oro disculpen cuadrilátero yuxtapuesto las molestias ocasionadas paréntesis abortar texto, punto.
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Así de simple.
Lo que antes eran ganas de estar con alguien ahora son ganas de estar con Alguien. De ganas genéricas a caprichosas hay un camino recto: el movimiento empieza con la aparición de un alguien que reclama para sí una mayusculación permanente y otro alguien que, sin darse cuenta ni cuándo ni cómo, consiente.
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En resumen. La semana pasada estuve en Marruecos. Pocas veces en la vida voy a poder decir eso. Marruecos me dejó instalada en el puro presente. Efectos colaterales del desierto. Por eso no es bueno salir de la cuadrícula. Una se pone tangencial con respecto a todo. Y es sabida la mala vida que llevan las tangentes. En la oblicuidad de lo diferente se extrañan los ejes. Lógico. Efectos colaterales de Descartes.
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Recuerdo insignificante susceptible de pasar al olvido es capturado en plena fuga:
Me miro al espejo en el baño, me veo con los ojos hinchados. Pienso será el cansancio, no sé. Salgo.
Algo que estaba por deshacerse en la nada, un segundo sin importancia que mi memoria no consentiría albergar, de eso me acordé recién, y pensé que hacía falta anotarlo, pensé que hacía falta, como tantas veces, ir justo a contracorriente de mi voluntad involuntaria. ¿Involuntaria? Inconciente. Y acá estoy, como diría un tango: por eso.
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Por ejemplo, puedo reproducir mi personalidad objetivamente. Mi personalidad es susceptible de ser aprendida y reproducida a la perfección: hay una receta para ser Leticia. Nada más tengo que ser exactamente como soy para ser Leticia. Soy capaz de representar el papel de mí misma y convencerlos a todos de que soy yo, Leticia. Pero qué pasa, ésta es una verdad sietemesina, necesita madurez, incubación, gestarse: en otras palabras, me olvidé a qué apuntaba con esto.
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Extrañar a alguien: Basta con retener la respiración más de un minuto, más o menos hasta ponerse verde, para entender a qué me refiero cuando hablo de ausencia de eso que hace falta para sentirse vivo y a salvo.
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